El restaurante Zaga, defensa del producto en barra y mantel (C/ de Bretón de los Herreros, 39. Madrid), situado en la gastronómica zona de Ponzano, se ha consolidado como lo que pretendía en su origen, un restaurante en el que el producto de cercanía sea quien marque el día a día. Y es que estos tiempos que nos han tocado vivir, nos han hecho volver a la esencia y autenticidad en muchas facetas de la vida. A un restaurante se va principalmente a pasarlo bien y a comer en condiciones. Y esa precisamente es la filosofía de Zaga. Buen producto, servicio cercano y profesional y precios comedidos.
Con un desarrollo de marca a cargo del creativo publicitario Javier de Vega, Zaga plantea en su amplio y luminoso local, reformado por el estudio de decoración Kubo Ene de Natalia Casco dos propuestas diferentes, pero en las que el hilo conductor es idéntico. Platos de siempre, con ejecuciones sencillas y honestas con materia prima de temporada de pequeños proveedores (en su mayoría próximos al local), que pueden degustarse bien en su zona de barra, en la primera planta, a través de una carta específica de pinchos y raciones , dirigida a un picoteo más dinámico o bien en su amplio comedor de la planta superior, magistralmente dirigido por el carismático Vasile Nan, en el que la propuesta es más amplia, si bien la mayoría de los platos están pensados para poder ser compartidos dando así la posibilidad de probar un mayor número de opciones.
Entre sus propuestas siguen manteniéndose algunos platos que, en su corta andadura temporal, se han convertido ya en icónicos. Destacan platos como el Pisto casero con huevo “a caballo”, el Bonito en escabeche casero, el delicioso Escalope con empanado “secreto” o los arroces terminados en Josper. Además, las opciones de carne (de La Finca de Jiménez Barbero) o de pescado, seleccionadas según el mercado se han convertido ya en garantía de calidad. Y para el invierno, cuenta con platos como la Sopa de cebolla, los Callos con pata y morro, la Butifarra con trufa, patatas y pimientos, los Garbanzos con setas y calamares o las Carrilleras de ternera.
Entre sus postres la piña a la brasa con jugo de mojito se ha convertido en un fijo en todas las mesas. Pero también hay opciones para los más golosos como su adictiva Tarta de limón o su impresionante Tiramisú.
La bodega dispone de una cuidada selección de vinos de diferentes denominaciones de origen con más de 40 referencias, además de todo tipo de destilados para que los clientes puedan alargar la sobremesa en un ambiente relajado y acogedor.
Para abrir apetito, empezamos por una ingeniosa y deliciosa Gilda con pastrami (2,25€). Continuamos con uno de los platos obligatorios de la carta, el Tataki de atún rojo sobre tosta (12€/3Uds.) acompañado de guacamole, cebolla encurtida y un toque de lima y Alcachofas a la brasa (12€/4Uds.).
De principales nos decantamos por los Dados de merluza a la romana con patatas fritas (21€), muy sabroso y con un rebozado ligero, el Solomillo "la Finca" con patatas fritas (23€) y el muy recomendable Escalope de ternera con empanado secreto acompañado de patatas fritas (17€). Y de postre, no podría faltar su deliciosa Tarta de queso (6€).
El restaurante dispone también de un reservado denominado “el ropero” con capacidad para 14 personas y de otro en la planta inferior para 10 personas, perfectos para comidas de empresa o reuniones de amigos. Una agradable terraza completa el espacio, convirtiéndose en ineludible punto de reunión y entretenimiento en una de las zonas más punteras, -gastronómicamente hablando-, de la capital.
Comments