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Berta Jiménez

Peto Girón, de Playa Cuberris: “No queremos conquistar estadios, sino conquistar mentes”


El cantante de playa Cuberris, Peto Girón, defiende los pequeños grupos y critica la industria del fast food musical. “Ver tus canciones coreadas por otra gente es el mayor regalo que te pueden dar”, declara Girón. Un regalo que ya ha comenzado, con salas llenas y un estilo propio, el "rock playa", que ya suena al otro lado del charco.


Peto Girón, cantante de Playa Cuberris. / Fuente: Berta Jiménez
Peto Girón, cantante de Playa Cuberris. / Fuente: Berta Jiménez

Se llama Pedro, pero de pequeño no sabía pronunciar su nombre y decía Peto. Desde entonces, se presenta siempre así: dice que es un mote más artístico, que esconde misterio. Peto Girón es el cantante y guitarrista del grupo Playa Cuberris, que forma junto con Daniel Sánchez (batería), Álvaro Fernández (guitarra) y Rodrigo Santana (piano y bajo). Cuando nos encontramos con él, lleva una chupa negra y unas gafas de sol que esconden unos ojos cansados de dormir tan poco. En seguida nos cuenta que viene de una entrevista, que no paran estos días con la promoción del disco. Nos sentamos en una terraza. Unos tintos y unas raciones presiden la mesa. Su guitarra está apoyada en la pared, vigilante.


¿Cómo os conocisteis y cómo empezasteis?


Somos cuatro miembros en la banda, Dani, Roy, Álvaro y yo, y nos conocemos desde que éramos unos chavales. Habíamos formado otros proyectos musicales con otra gente, pero veníamos de un largo recorrido juntos. Cuando surgió la idea de hacer Playa Cuberris, intentamos que fuera un proyecto que tuviera otro tipo de enfoque, que fuera dirigido a un público más generalista, con un mensaje más nítido y más fácil de sintetizar. Playa Cuberris es un poco como el proyecto definitivo de los cuatro amigos que llevan ya muchos años en la carretera.


El nombre del grupo, Playa Cuberris, ¿está relacionado con la manera en que definís vuestro estilo de música, “rock playa”?


No exactamente. La playa Cuberris es una playa que está situada en Cantabria, en la localidad de Ajo. Yo tengo ascendencia cántabra y, por lo tanto, esa playa está muy arraigada a mi infancia. Tanto Álvaro, el guitarrista, como yo, hemos tenido muchas vivencias allí. Queríamos que el nombre de este nuevo proyecto que creamos juntos tuviera una carga positiva, y Playa Cuberris sintetizaba un poco todo eso.


Y luego, el tema del “rock playa” es por huir de las etiquetas. Los españoles somos muy consecuentes con las etiquetas que ponemos: somos o del Madrid o del Barça, o de izquierdas o de derechas… Somos o del pop o del rock. Nosotros no éramos ni de uno ni de otro, entonces hicimos nuestro estilo personal, el “rock playa”, que consiste en apostar por las canciones más que por el estilo en sí. Bebe mucho de las décadas del rock a la largo de la historia: desde los 60-70 con el country-folk con algunos tintes sueños hasta el rock de los 90 en Seatle.


El grupo de rock Playa Cuberris / Fuente: Europa Press

¿Es difícil abrirse paso en el mundo de la música?


Bueno… (Resopla). La música es un negocio complicado. Es una industria desvalida, que necesita ayudas e incentivos, y que está limitada por un IVA impositivo como es el del 21%. Pero, por otra parte, da muchas satisfacciones. Nosotros tuvimos la gran satisfacción de firmar con un sello discográfico hace dos años (Entrebotones), y desde entonces, las puertas se nos han abierto, porque tenemos una recepción por parte de los festivales y de las salas. Es una vorágine de medios que hace que nuestro proyecto tenga más sentido. Digamos que ha costado mucho llegar hasta aquí, han sido muchos años, pero parece que las cosas nos sonríen.


¿Hay algún grupo en concreto que os haya motivado más o que sea vuestro modelo a seguir?


Creo que cuando eres más joven y más inmaduro, tiendes a intentar imitar. Cuando ya llevas unos cuantos años en esto y has pasado por varias bandas, intentas buscar tu punto de vista personal, siempre arropado por la vasta cultura musical de influencia anglosajona, que hemos tenido en el mundo y en España. Hemos tenido un legado cultural bastante importante a nivel de rock; nuestras referencias son anglosajonas y nosotros hemos bebido de lo que hemos considerado que era mejor.


¿Quién es el que compone las canciones y las letras?


Yo soy el creador de ambas partes. No lo considero un proyecto personal, porque siempre tengo en cuenta el criterio de los demás, pero es cierto que en este caso, dentro del grupo yo soy el que hace un poco de catalizador de ideas y el compositor de estos dos discos que hemos hecho hasta ahora.


¿Y en qué te inspiras para crear las letras de las canciones?


El primer disco, 'Bienvenidos a ningún lugar', editado en 2013, fue muy reflexivo, un poco pantanoso en cierto modo. Hacíamos alusiones a críticas sociales y había un contenido demasiado denso para el oyente. En este segundo disco ('Entrar a matar, 2017') hemos apostado por un lenguaje más coloquial, más terrenal, que conecta antes con el oyente. Lo interesante de las letras y de los mensajes es que cada oyente se adueñe de tu canción y le dé el significado particular que crea que le corresponde. Ahí reside la magia.


Hablamos de las relaciones humanas, de las cuestiones más terrenales, pero también seguimos manteniendo un poco esa vena literaria, que creo que es inevitable.


Acabáis de presentar el pasado día 1 de abril vuestro segundo álbum, con un concierto en la Sala El Sol de Madrid, que ha dado inicio a vuestra gira nacional. ¿Qué expectativas tenéis de esta gira?


Lo que todo músico quiere. Nosotros fabricamos envoltorios, fabricamos discos. Pero realmente el fin en sí mismo es tocar en directo. Por eso nos metimos en esto, porque sentimos pasión, y el escenario es el medio natural del músico, donde se siente realizado. El objetivo es ver nuestras canciones acogidas por el público y ver que tienen una proyección. Ver tus canciones coreadas por otra gente, yo creo que es el mayor regalo que te pueden dar.


Cuando estáis de gira, ¿aprovecháis para hacer algo más que ensayar y dar conciertos?


Hay giras que son más paliza, en las que tienes que empalmar muchos vuelos seguidos y te da poco tiempo a ver las cosas. Pero recuerdo un viaje muy especial a Galicia que pudimos tomarnos con calma: hicimos dos actuaciones, en Ponteareas y La Coruña, y tuvimos un margen de cuatro días sin conciertos. Recuerdo que lo disfrutamos de una forma muy grata, porque Galicia es además una tierra muy agradecida.


Pero generalmente solemos estar muy liados, y entre los espacios de promoción que hay que cumplir y los propios conciertos, el tiempo no te permite dilatarte en otras cosas. Bueno, siempre hay que intentar quedarse con lo mejor de cada sitio y, sobre todo, con la gente.


¿Os habéis planteado expandir vuestra gira a un nivel internacional?


No, hay que saber en qué momento estás y en qué momento está la banda. Ahora estamos en un momento de crecimiento y la recepción que tenemos está siendo muy buena. Pero cruzar el charco es una cosa que todavía es muy ambiciosa para nosotros. Es cierto que ya hemos empezado a captar la atención de muchos medios sudamericanos; Chile es un país que nos está pinchando mucho en sus radios, curiosamente. Pero todavía tienen que empapar las canciones antes de plantearse inversiones tan grandes como ir a Sudamérica.


¿Y dentro de Europa?


Es más complicado por el tema del lenguaje. El castellano no es un idioma que tenga mucha acogida en Europa. Sin embargo, Sudamérica es el foco más lógico. Como decía antes, aún queda mucho tiempo para plantearse esas cuestiones. Ahora tenemos que disfrutar, estamos contentos con nuestra posición y todavía queda mucho por pelear en las calles de Madrid y de España.


¿Y después de la gira, qué tenéis pensado hacer?


Los discos suelen tener un ciclo vital de unos dos años. Nosotros hemos acabado el disco hace un mes y medio, por tanto, queda una gira aún muy potente. Pero ya podemos anticipar que estamos trabajando en el tercer disco. Ya lo tengo bastante encaminado, y va a tirar por una onda muy Bruce Springsteen y E Street Band a la española. Consideramos que hace falta una banda de rock potente joven. Parece que solo están los de siempre, como Bunbury o M Clan, por eso hace falta sangre joven. Y yo creo que Playa Cuberris puede hacer algo al respecto.


¿Hasta dónde soñáis con llegar en el mundo de la música? ¿Cuál es vuestra meta más alta?


Hasta el infinito y más allá, como Buzz Lightyear. (Se ríe). Si es por soñar… El artista lo que quiere es que su mensaje cale en el mayor número de gente posible, porque siente una necesidad de expresión y lo que intenta es modelar la realidad. Todo lo que podamos conseguir en ese sentido será siempre bien recibido. No hay unas ambiciones económicas más allá de vivir dignamente de esto.


Y a nivel personal… ¿no hay algún lugar especial en el que sueñes con tocar?


No… (Duda unos segundos). Yo no soy tan conquistador en ese sentido, lo que me encantaría es hacer una canción que lograse convertirse en cultura popular. Canciones como Mediterráneo, de Serrat, o Sangre española, de Manolo Tena, o como las que han hecho otros grandes artistas. Mi ambición es hacer una canción que empatice y conecte tanto con la gente que rebase generaciones. No quiero conquistar estadios, sino conquistar mentes.


Hoy en día triunfan y se hacen virales canciones como La bicicleta o Despacito, pero no lo hacen temas de rock. ¿Está menospreciado este género de música?


Yo creo que la clase de música que está triunfando debe su éxito a la forma de consumo cultural que tiene el ciudadano de hoy en día. Es decir, la gente no tiene tiempo, está demasiado concentrada en sus cosas y no puede dedicarse a valorar las obras artísticas como se merecen. De modo que estamos acostumbrados a un fast food musical de radio fórmulas y festivales, en vez de al consumo directo en salas, que es lo que está haciendo que este tipo de música prolifere. Es música burda, con letras zafias carentes de mensaje, que vulgarizan el rol de la mujer y que no aportan nada a la sociedad: esencialmente, esto triunfa porque no tenemos tiempo para otra cosa.


Existe un pensamiento crítico cada vez menos crítico. Y sobre todo, hay una industrialización del circuito musical ahora mismo: existe el negocio de los festivales, de las discotecas. Pero no existe tanto el negocio de las canciones de verdad, de las salas. Es una cuestión cultural y de inquietudes, y los medios de comunicación no están apostando por la verdadera cultura, como se hace en otros países.


Entonces, según tu opinión, ¿este problema del fast food musical debería solventarse desde las instituciones y los medios?


Claro. Desde el primer momento en que una institución impone un IVA determinado hace que los pequeños músicos y los pequeños proyectos, que además son los que más calidad tienen, no proliferen, en comparación con los grandes monstruos comerciales y la industria pesada. Y lo único que hace esa industria es fabricar fast food. En realidad, sorprendería la cantidad de gente que necesita buenas letras que les acompañen en su vida.


Si no te hubieras dedicado al mundo de la música, qué te hubiera gustado ser?


Bueno, yo estudié Periodismo. Pero me habría gustado ser maestro.


¿De música?


(Se ríe). No, de Historia. Sí, me gusta bastante, y creo que la historia sirve para evitar cometer los errores que se han cometido en el pasado y que ahora mismo se están cometiendo de nuevo.




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