Miguel Gane (@miguelgane) nació en Rumanía, en 1993. Con diez años llegó a Leganés y con el tiempo se graduó en Dirección de Empresas y Derecho, consiguiendo lo que parecía imposible para un joven hoy, conseguir un trabajo, en su caso en un bufete de abogados. Pero, si algo hay más difícil aún, es vivir de la literatura. Con su segundo libro, Ahora que ya bailas (Aguilar), Miguel Gane ha dejado su trabajo para vivir y sobrevivir, como él dice, de la poesía. De momento, no le va nada mal.
Miguel, acabas de venir de hacer las Américas.
Ha sido increíble. Los lectores de allí me han tratado muy bien. Es por la gente, que es súper cercana, cariñosa y respetuosa con el trabajo del autor, que ve cómo sus poemas significan mucho para ellos. Había gente que se había hecho 15 horas de coche para venir a que yo les firmase un libro. Incluso una chica vino desde Miami. Con muchas ganas de volver.
¿Qué consideración crees que tiene la poesía allí? ¿Ves mucha diferencia con la poesía que se hace en España?
No, al fin y al cabo los lectores tienen bastante en común. Lo que sí que pasa allí es que ahora mismo está explotando el fenómeno, están empezando a conocernos más. En España ya casi todo el mundo conoce a alguno de los poetas del movimiento actual. Vamos poco a poco. El público es muy parecido.
Has hablado de fenómeno y movimiento… Se suele hablar del boom de la poesía juvenil.
No me gusta el término.
Es algo que oímos desde hace cinco años más o menos ¿No estás de acuerdo?
No. Para nada. No me gusta ninguno de los términos que nos han puesto. Nos han llamado poetas de Instagram, poetas de redes sociales, instapoetas, el boom de la poesía juvenil… Con ninguno de estos términos me identifico.
Sí creo que hay un movimiento poético en España, no sé si generación, veremos, pero hay un movimiento muy grande y potente de poetas que ha ido por fases. Empezaron a mover la poesía por redes cuando tendría yo 17, 18 años. Empecé a leer por Twitter entonces a Elvira Sastre, Sara Bueno, Irene X, Escandar Algeet. Después de eso, vino una segunda fase, hace cinco años, cuando empezaron a publicar libros en editoriales.
Es verdad que la teoría de las generaciones literarias es más útil para un manual de instituto pero sí tenéis cosas en común. La edad, la amistad, el uso de las redes sociales…
Las redes sociales no son nada más que el medio que tenemos para llegar al lector. Odio el término de poeta de redes porque un cantante publica sus canciones en Spotify o en Youtube y nadie dice que es un spotycantante. Es un cantante, sin más.
Tenemos en común el factor redes de sociales como un medio para acercar nuestros libros a los lectores. Después, la mayoría estamos entre los 20 y 30 años. Hemos acercado la poesía a gente común y normal, con un lenguaje directo, de calle, que puede entender todo el mundo. Escribimos sobre el amor y el desamor, el feminismo, la violencia de género en mi caso, sobre inmigración….
De todos modos, algunos compañeros tuyos, me viene ahora a la cabeza Defreds, consideran que no hacen poesía, emplean incluso el término texto.
Sí, totalmente respetable. Cada uno es libre de considerar que lo escribe es poesía o no.
Tus lectores son fundamentalmente jóvenes ¿Crees que van a dar un paso más allá, que van a leer a autores más antiguos o simplemente se van a quedar en vosotros?
No tengo ni idea. Lo que sí sé decirte es que a diario me llega la pregunta de un lector diciéndome que necesitan leer más poesía. Entonces, les recomiendo autores como Luis Alberto de Cuenca, Salinas, actuales como César Brandon o Elvira Sastre.
Pero es verdad, Miguel, que ahora que hablabas de Luis Alberto de Cuenca, a vosotros sí se os puede comparar con los llamados poetas de la experiencia de los años 80. En ese sentido, sois una continuación.
Muchas veces lo he leído en medios de comunicación e incluso ellos dicen que somos como una continuación. Me honra que me metan en el mismo saco que Luis Alberto, Karmelo Iribarren, Luis García Montero, Benjamín Prado, Gloria Fuertes. Pero también nos preocupa que nos cataloguen. Al fin y al cabo los nombres los ponéis los periodistas y nosotros estamos a otras cosas.
¿Qué te caracteriza frente a otros colegas tuyos?
Depende del libro. El primero, Con tal de verte volar (2016), cuenta la evolución de una relación. Lo que caracteriza ese libro, aunque no sé si a mí como autor, es lo que me dice la gente, que no me imagino las cosas, que escribo de lo que he vivido. Es sincero, cercano, parece que estoy hablando con un amigo. Tal vez a veces suelo jugar mucho con la palabra, me gusta la ironía. En el segundo libro, Ahora que ya bailas (2018), trato el tema de la violencia de género. Lo que lo diferencia de otros es que veo las cosas desde los ojos de un hombre, educado en el machismo.
Llama la atención. Al fenómeno que representáis alguna vez se le ha colgado el sambenito de reproducir imaginarios arraigados, que incluso a veces son machistas.
Tristemente sí, y a veces con razón. Yo he escrito textos machistas, pero diré a mí favor que no sabía que lo eran por entonces, hace cuatro o cinco años. Probablemente eran machistas, no me daba cuenta. Creo que es un deber pedir perdón en los recitales. La gente cambia. Dentro del movimiento feminista me dicen que no pasa nada por aceptar que has sido o has escrito cosas machistas, al contrario, es una evolución en ti cuando lo aceptas. Cada día intento cambiar actitudes.
Somos una generación que está en proceso.
Mi editora es mujer, activa en el feminismo. Ha publicado libros como Hola, guerrera y no tiene ningún tipo de problema en decirme Miguel, esto suena machista.
Han sacado de contexto textos tuyos en las redes sociales. Has sido bastante activo a la hora de reivindicar los derechos de autor.
He trabajado en el tema de derechos de autor en lo profesional y he estudiado Propiedad Intelectual. Me molesta mucho que alguien se lucre con tu trabajo, que use sus redes sociales para ganar seguidores, te copien ideas, poemas…
Algunos sois de origen extranjero, quizá la primera generación de otro origen que está escribiendo en español. ¿Ha habido integración?
Ningún ser humano es ilegal, las fronteras limitan. Por ejemplo, César Brandon es de Guinea Ecuatorial. Yo he sido inmigrante ilegal en España durante mucho tiempo, sé lo que es tener miedo al encontrarte con un coche de policía por la calle porque si haces algo, si te paran, te piden los papeles, te van a deportar a tu país.
¿Integración, me decías? Yo he tenido suerte, y me he integrado porque me ha tocado tener cerca a unos padres que han sabido educarme bien y tener una gente cerca que han sabido integrarme en su grupo de amigos y hasta aceptar que no sabía hablar español. Pero ha habido muchísima gente que no ha tenido suerte. Ahora bien, dentro de la poesía, te da mucho para escribir. Es una cuenta que tengo pendiente.
Por aquellos años entraste en contacto con la poesía gracias a un profesor.
Tenía un profesor particular que venía a casa a enseñarme a hablar el castellano, Rafael, de hecho, un poema suyo cierra mi segundo libro. Era un conocido de la familia que escribía poesía, hablábamos, me prestaba libros…Fue él quien me inició en la literatura.
¿Algún proyecto entre manos?
Fíjate, no puedo contar nada de momento. Pero he dejado mi trabajo para intentar vivir y sobrevivir de los libros. Así que estoy trabajando en los siguientes.
Con tanto viaje, ¿vas a tener tiempo?
Esto es complicado. No puedes quedar con tus amigos para tomarte una cerveza, por ejemplo, ni tampoco puedes estar en el salón con el portátil para escribir porque tienes pendiente coger un avión, hacer una entrevista, una comida…. Pero no me quejo para nada.
De ahí puedes sacar algo.
Sí, hombre, claro, de cara al futuro siempre se puede sacar algo. Además, soy muy agradecido. Trato de ser lo más honesto conmigo mismo y hay que saber cuándo tienes tiempo para escribir y cuándo no. Es una guerra, sí.
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