Se cumplieron los pronósticos: la película de Javier Ambrossi y Javier Calvo estaba llamada a triunfar, y triunfó. Hubo risas hasta desquijararse y aplausos en la sala. La llamada es la confirmación de la capacidad colosal para reinventarse del tándem Ambrossi/Calvo después del musical homónimo en el que se basa la película (representado incluso en Moscú), y de la serie de Flooxer Paquita Salas. Aunque no es la tarea del crítico hacer predicciones, uno tiene fe en que esta película se va a convertir en uno de los éxitos en taquilla del año.
El argumento no es convencional: durante un verano, dos amigas, María (Macarena García) y Susana (Anna Castillo) pasarán un fin de semana castigadas en el campamento cristiano de La Brújula, en Segovia. Hasta aquí todo puede parecer normal, sino fuese porque a María se le empieza a aparecer por las noches Dios con lentejuelas cantando a Whitney Houston.
La trama en sí funciona mejor de lo que se pueda esperar por lo estrafalario, ya sea para tratar temas como la homosexualidad, el paso a la edad adulta o la fe religiosa. En este sentido es de agradecer que un filme español no caiga en el clisé de una película rancia de monjas ni en el anticlericalismo. Y todo esto los directores lo logran sin renunciar a su imagen sui generis de la religión cristiana.
Ambrossi y Calvo llaman a las puertas del cielo cinematográfico patrio haciendo un filme que desde el punto de vista técnico es intachable para dos realizadores tan jóvenes y, además, reinventando un género, un género verdaderamente atípico en nuestra filmografía, el musical.
Tampoco entronca la película con los musicales hollywoodienses de coreografías espectaculares, vestuarios de plumas y pamelas, rococós, porque en La llamada lo de menos es la tramoya; lo que verdaderamente se busca es hacer una comedia digna, con una urdimbre trabajada, y esto se consigue pese a que en ciertos momentos la película peque de un exceso de chascarrillos que en escenas más dramáticas sean superfluos.
Aplaudimos la banda sonora compuesta por Leiva y, especialmente, el trabajo actoral. Todos los actores trabajaron el relieve de sus respectivos personajes. La pareja formada por Macarena García – ganadora del Goya por Blancanieves- y Anna Castillo – genial su asimilación del lenguaje y la actitud "choni"- promete. Gracia Olayo (Bernarda) hizo una buena interpretación en su papel de madre superiora amante de la música, pero anticuada en cuanto a su manera de relacionarse con los jóvenes. Belén Cuesta (Milagros) muestra una vez más su indudable don para la comedia y Richard Collins-Moore, la nota masculina, consigue algo que verdaderamente puede pasar inadvertido, pero que es muy importante: el hacernos olvidar con su esmoquin, su voz y su naturalidad en lo que dura la película del relato icónico de un Dios barbudo y blanco, de aspecto semita, como ya lo hizo Morgan Freeman en Como Dios.