Soy mujer. Amo mujer, huelo mujer, siento mujer. Y tengo una cabeza que no me cabe en el pecho. Y tengo unas manos nunca cansadas de pelear. Y tengo unos ojos de colores por el reflejo que dejaron sobre ellos los libros. Y tengo una voz que se torna escalera ante las injusticias de este mundo de plastilina.
Soy mujer. Y merezco la gloria y no la pena Y soy guarra, y soy puta, y soy fácil, y soy libre y muy mía. Y visto como quiero y me deshago cuando me da la gana. Y tengo unos labios preciosos que gritan cosas horribles. Y tengo vello corporal que puedo decidir si arrancar o no. Y tengo unos pechos firmes que el paso del tiempo se encargará de marchitar. Pero nunca las ganas de seguir luchando.
Soy mujer. Y puedo no haberlo sido siempre. Soy la hereje, la pequeñita, el blanco fácil en noche estrellada. Me faltan motivos y me sobran las ganas. Vuelo en escoba, me masturbo en mitad de la plaza, grito todo aquello que hasta me prohibieron decir en voz baja. Y soy mujer.
Y soy mujer y mis pezones no son para consumo ajeno. Y tengo marcas en la piel fruto de la opresión y los convencionalismos sociales. Y pinto con sangre, una vez al mes, mi declaración de intenciones sobre trajes negros de personas monocromáticas. Y hablo de política, y abro cervezas con la boca, y ando sobre las aristas de una sociedad enferma engendrando el odio en mi vientre.
Soy mujer. Soy así. Y se me llena la boca de orgullo al decirlo.
Marta Aguadero