Echando la vista atrás y recordando aquel tiempo en el que creía que el tren nunca dejaba de acelerar, se me viene a la cabeza una pregunta de inquietante respuesta, ¿todo lo vivido es algo pasajero o tal vez no nos bajamos en la parada adecuada?
Ahora pienso, pero qué más da, el camino se queda atrás y mis pies van por delante, sentí la velocidad en mis pupilas y fui creyendo que el mundo era mío, desde las oscuras aguas del mar hasta el corazón de las nubes.
Aunque inevitablemente, no es la primera vez que me ocurre, el tren pierde velocidad y termina por ir lento, tan lento que soy yo mismo quien de una forma u otra decidí hacer transbordo. Y no, no fui consciente de que al bajar tocaba esperar al siguiente tren y continuar mi camino en la dirección contraria.
No nos importa, esperamos pero cuando debemos hacerlo y de un modo u otro caemos en la tentación del aburrimiento, nos preguntamos qué hemos hecho mal para encontrarnos junto al viejo andén sin luz rozando el olvido de los relojes sin cuerda o las muñecas de trapo sin dueño. Pero al igual que el antiguo reloj y la diabólica muñeca, he sido yo quien ha dejado pasar por mis manos, lo que la mayoría teme y algunos valientes burlan, el tiempo.
En esta etapa de mi vida me doy cuenta de lo afortunado que soy, y somos, de tener la oportunidad de aprovechar nuestro tiempo, sin dejar que nadie lo malgaste, sino que simplemente me ayuden a gastarlo. Debo ser, al igual que otros mucho, un atrevido aventurero que juegue con el tiempo y aproveche lo que este nos trae, sin temerlo.
En estas fechas siempre pienso que es mejor echar un vistazo por el pequeño hueco que nos deja ver el futuro y no intentar que la brecha se haga más grande, dejando cabida a la imaginación, la aventura, el misterio y porqué no, al destino. Pero algo tengo claro y de ello debemos de estar seguros, y es que el hueco del pasado no se cerrará y ahí estará día tras día, mostrándonos lo bueno y lo malo que hemos encontrado a lo largo del camino y ofreciéndonos la oportunidad de seguir adelante, ayudándonos a forjar nuestro propio sendero, embarcarnos con las personas que harán de tu aventura algo único y especial, y como ya me dijo una de ellas “hemos aprendido a perseguir los sueños y a diferenciar entre cuestiones de lujo y cuestiones de supervivencia. Aprendimos que las mentiras tienen colores y que la sinceridad pesa mucho”.