José Cabrera -
León de Aranoa es uno de los guionistas, escritores y directores más comprometidos del cine español. El cineasta madrileño debutó tras las cámaras con su cortometraje Sirenas, en 1994. Desde entonces ha rodado películas y documentales, todo cargado de un fuerte tono reivindicativo, pero sin perder el humor y la ironía. En El Joven Tintero hemos escogido tres de sus trabajos, sin pretender dejar de lado el resto de su filmografía.
Familia
Dos años después del corto llegaría su primer largo, Familia. Una cinta que se mete de manera peculiar en las relaciones personales. Juan Luis Galiardo quiere celebrar su cumpleaños en familia, lo que dará lugar a una serie de situaciones reconocibles prácticamente por todos pero con un punto de sátira e imaginación propio del cine de Aranoa. También destaca del reparto Elena Anaya en uno de sus primeros papeles.
Princesas
Después de su primer largo, Aranoa, como hiciera ya por ejemplo Almodóvar, siguió trabajando con personajes cotidianos, pero huyendo del maniqueísmo y los tópicos. Su cine va centrándose poco a poco en mostrar situaciones basadas en hechos reales, con el punto de vista de quienes soportan el peso del mundo. En Princesas se pueden observar las mejores cualidades del cine de Aranoa. Tras el éxito de Barrio y sobre todo de Los lunes al sol, con Princesas el cineasta se mantuvo fiel a las historias que le interesan, con una espectacular Candela Peña dando vida a Caye, una prostituta que trata de mantenerse a flote frente a una realidad cada vez más compleja.
Un día perfecto
Diez años después, y varios largos y documentales entre medias, llega lo que podría ser su película más internacional hasta el momento. Benicio del Toro, Tim Robbins u Olga Kurylenko son parte de un genial elenco que protagoniza esta cinta. En esta ocasión Aranoa contextualiza la historia en el final de la Guerra de Bosnia, pero vuelve a dirigir su mirada a historias locales, personajes diarios que se enfrentan a una realidad desagradecida la mayoría de las veces. En este caso la fotografía corrió a cargo de Álex Catalán, del que ya hablamos en una ocasión por aquí por ser el técnico habitual de Alberto Rodríguez. Un muro constante contra el que los protagonistas se chocan, pero sin perder su tono de sarcasmo habitual.