"Todos somos muy maduros, o eso nos creemos. Vendemos que no somos superficiales y miramos más allá de una escultura bonita".
Esas son las palabras que recitas, y cuando las escupes suenan tan bien saliendo de tu boca para tu oídos que hasta te lo crees.
Que gran mentira. Que arte. Que gran verdad.
Solo te fijas en ese cabello sedoso de propiedad ajena que llega hasta las curvas de una comida sin sal.
Que gran mentira. Que gran verdad. Es un querer contentar a esos ojos cálidos que no miran más allá y tu cerebro aún quiere gustarles. Mas sonrisas de hojalata y más camisetas sin cerrar.
Es una cara que pasear y lo demás nubla lo anterior. Y desde lo alto de la montaña sigo viendo esa masa espesa y esa luz entre ella. Y que gran privilegio, cuanto quiero a mis padres, por llenarme de luz y ser capaz de ver más allá.