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Foto del escritorRedacción

Las farolas están encendidas



La noche está oscura. Voy paseando y siento el frío en la punta de mis pestañas, los tres pares de calcetines que llevo no impiden que este acaricie mis huesos.

Las luces están encendidas pero yo lo siento todo muy apagado, vacío.

Sigo caminando por la calle donde los muros parecen quererse. De repente levanto la mirada y mis ojos no pueden creer lo que están viendo. Es ese chico que la semana pasada me robó el aliento y me devolvió el placer.

Un remolino recorre mi cuerpo y me sacude dejando mis piernas débiles, parece que me voy a desplomar. Él me mira y siento que desaparezco. Me uno de valor y dirijo mis pasos hacia su dirección. Que mas da, ya no puedo disimular.

Me sigue mirando con esos ojos de ambigüedad que siempre me han despistado. Una vez cerca, me pregunta que tal estoy y yo sin pensármelo dos veces le contesto, que bien. Él reclama una conversación para la que no tengo ganas, o eso creo.

Bueno ahora dudo.

A pesar de todo tengo ganas de llegar a casa y no siento una conexión real de esas que son amarillas y brillan. Ya hace un rato que las piernas me dejaron de temblar. Recupero la conciencia e intento acabar la conversación.

Me dispongo otra vez a seguir mi camino donde lo dejé y voy cuestionándome si realmente me apetece hablar con él mañana o pasado, quien sabe. Una ola de aire enfría mis pensamientos y empiezo a andar más rápido.

Mi camino está al final de la calle, justo ahí.

Naroa Grc


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